30 de octubre de 2007

Creemos que metiendo maquinaria y cemento podemos mover montañas, alterar cauces de ríos y cambiar el paisaje a nuestro antojo, vulnerando impunemente las leyes naturales. Nos consideramos, arrogantes, a salvo de todo, hasta que un día el Universo se despereza, bosteza un poco y pega cuatro zarpazos al azar. [...] Luego, claro, la culpa la tiene el Pesoe, o el Pepé, o el alcalde, o Protección Civil. Los demás nos manifestamos llorando, o cabreados, pero sin culpa de nada. Exigimos indemnizaciones al Estado para recomponer nuestras vidas, y nos lamentamos porque la razón y el telediario nos asisten.

El hombre ignoraba que el mundo es un lugar peligroso y hostil donde al menor descuido te saltas el semáforo; o lo sabía, pero no contaba con medios para evitar el daño. Sin embargo, hace tiempo que esa excusa no vale, al menos en lo que llamamos Occidente.

Inocentes, pero menos.
Arturo Perez Reverte.

1 de octubre de 2007



Los urocordados o tunicados fueron los primeros en desarrollar un cerebro que permitía
a sus larvas buscar un lugar donde fijarse y madurar. Una vez instalados
en la seguridad del lugar elegido, el tunicado absorve su cerebro. Al fin y al cabo ya no lo necesita.

Me lo ha chivado Punset