28 de mayo de 2007

Vencidos si, pero no acabados, ni resentidos, ni derrotados, ni muertos de miedo. Solo vencidos que ya es mucho. Los vencidos luchan y pierden con nobleza una y otra vez: son los anti-héroes y por eso me caen bien. Los vencidos están de vuelta de muchas batallas perdidas en la vida, miran muy hondo y desde lejos, adivinando el final de la próxima derrota antes de que se produzca. Se les suele encontrar sentados en los veladores de cualquier café, emboscados tras el humo de un pitillo, pasando con calma las hojas del periódico o tomándose un ron añejo por los hoteles de la Habana Vieja. Carecen de lo mas elemental para triunfar y para integrarse con naturalidad en este mundo de fugaces y cutres triunfantes que nos ha tocado vivir, porque apenas si saben quien es Armani, no juegan al golf, ni saben en que consiste el paddle tan de moda, (tan de ultima moda que no se escribirlo bien), y para colmo ni siquiera distinguen con certeza un Ribera de un Rioja. Llegan muy justos a final de mes, se gastan el dinero en bagatelas, y por definición los vencidos jamás llegan a tener un buen chalet en las afueras. En su tiempo fueron militantes y ahora simplemente se asocian, se agrupan entre si para embarcarse en mil y un proyectos siempre inacabados, buscando infructuosamente las utopías perdidas y esos afectos tranquilos que tan poco se prodigan entre aquellos a los que les puede el éxito. Tienen una peculiar cultura, y digo que es peculiar porque es en realidad cultura antigua, de esa que no sirve para nada y que es fruto más bien del aprendizaje vital, de la lectura de alguna novela y de una eficaz transmisión de conocimientos a la hora del café.

Los vencidos suelen ser políticamente incorrectos pero lo saben y no les importa porque están más o menos en paz consigo mismo. La gente vencida de la que les hablo hoy, es gente digna porque pese a sus sucesivas derrotas se mantienen erguidos en el mundo, y esa postura vital despierta muchas envidias. Un “pelao” digno puede ser insufrible para el ostentoso y la osadía y dignidad con la que aceptan cada derrota, provoca más de un dolor de cabeza entre aquellos poderosos a los que les gustaría que no levantaran cabeza. Aunque les pueda parecer que los vencidos son legión, un vencido es bastante escogido y se diferencia a la legua de un vulgar triunfante hundido, acabado y resentido. A los vencidos les engañaron hace tiempo cuando les hicieron creer que la vida consistía en amar, trabajar y jugar con los otros, cuando cayeron en las redes de la solidaridad y cuando se embriagaron con la magia del amor y de otras hierbas imposibles. Ahora ya saben que aquello era mentira pero conociendo de antemano su fracaso, intentan una y otra vez construir todo aquello en lo que siguen creyendo y que nunca fueron capaces de hacer realidad…

José María Francia

(Vía salamancablog.com)