20 de agosto de 2007

Cinco kilómetros! Ésa es la distancia que calculan tienen que guardar para evitar el riesgo de calcinarse en caso de que algo saliera mal en la plataforma de lanzamiento sobre la cual, les recuerdo, estas personas insensatamente valientes están sentadas. ¿No querría usted estar algo bebido? ¿Estaría usted completamente fuera de sí si descubriera que un par de astronautas entre docenas bebieron un pelín? [...] Una lanzadera espacial en ascenso, se lo garantizo, se encuentra con muy poco tráfico. Y durante gran parte del despegue, el astronauta es poco más que carne enlatada; no son pilotos, sino conejillos de indias. Su única tarea es salir con vida.

En defensa de los astronautas borrachuzos
Por Charles Krauthammer

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